En Latinoamérica, las nuevas tecnologías aplicadas a los mercados e instituciones financieras (FinTech) vienen generando oportunidades para diversos segmentos (emprendedores no regulados, entidades y consumidores financieros), complementando -en muchos casos- los servicios tradicionales ofrecidos por las instituciones bancarias y financieras. 

En ese mismo sentido, como afirma el Bank for International Settlements: 

Fintech has the potential to lower barriers of entry to the financial services market and elevate the role of data as a key commodity, and drive the emergence of new business models”. 

Entonces, es innegable que ante la irrupción de las FinTech es necesaria una revisión de los cambios relevantes que se vienen dando en la forma en que se administran los riesgos y la experiencia del usuario en el sector financiero.  

De acuerdo con el FinTech Radar elaborado por Finnovista, el ecosistema FinTech peruano, con sus 45 startups locales, se ubica en el tercer lugar respecto al número de emprendimientos FinTech en la región andina, después de Colombia y Chile, mientras que a nivel de Latinoamérica Perú se encuentra entre los 5 países de la región con mayor presencia de startups extranjeras.  

Según dicho reporte, nuestro país se ubica en sexto lugar en importancia, con un gran potencial de crecimiento de las startups locales que han alcanzado un elevado nivel de «desarrollo moderado» medido en número de clientes, ingresos o financiación alcanzada. 

Analizando el offering de las FinTech que operan en el Perú, según Finnovista, el 24% de startups (a diferencia de otros países) atiende al segmento de préstamos en línea; el 21% de ellas, atiende el segmento de pagos y remesas; y sólo el 9% se concentra en el crowdfounding y finanzas empresariales.  

Esta creciente oferta de servicios, bajo la categoría que se conoce como «Fintech for Inclusion«, está destinada a una demanda no atendida por las entidades bancarias y financieras, prueba de la baja penetración del crédito en el Perú. 

A diferencia de lo que ocurre en las economías más desarrolladas donde los emprendimientos FinTech se centran, sobre todo, en los métodos electrónicos de pago, en nuestro país y en las economías latinoamericanas, las startups FinTech han centrado su atención en los préstamos, gestión de finanzas empresariales y el ahorro.  

Así, impulsando la innovación en sectores no regulados, se busca generar nuevos beneficios y mejores productos para los consumidores financieros, a través de actores que cuentan con herramientas para competir en un mercado que tiende a ser cada vez más transparente.  

Por otro lado, en plena efervescencia de un proceso de transformación digital, (transversal a todas las industrias) no es de extrañar el dinamismo que envuelve a todos los actores del ecosistema FinTech 

En ese contexto, y considerando que la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS) ha manifestado recientemente su interés para elaborar un proyecto de Ley FinTech, cabe preguntarse si es el momento oportuno para diseñar un marco regulatorio específico a los servicios actualmente ofrecidos en Perú. Si la respuesta es positiva, la siguiente interrogante consistiría en cuándo y bajo qué términos cabría impulsar dicha regulación. 

De acuerdo a Lucas Llach, Vicepresidente del Banco Central de la República Argentina, habría que tener presente la Teoría de los Tomates: primero, hay que dejar desarrollar los tomates para luego, distinguir si hay fruto o maleza. Tras definir eso, dejando crecer el ecosistema, aplicamos una regulación adecuada que permita una transición gradual para las plataformas y emprendimientos FinTech hacia una supervisión basada en sus actividades efectivas.  

En ese sentido, dado que la regulación financiera procura establecer un sistema que responda de manera proporcional a los riesgos asociados, se tendrá que determinar si previamente se han podido identificar los riesgos e impactos derivados de los servicios prestados a través de las FinTech. 

Entonces, si bien podemos estimar que la regulación debe ser un último recurso, una vez que el mercado adquiera cierto grado de madurez, como el caso mexicano y su reciente Ley FinTech, es fundamental que ante estos servicios nacidos de tecnologías disruptivas en permanente cambio, la regulación no se limite a una posición reactiva que le evite “perder la ola”.  

En ese contexto, debido a que no se puede regular aquello que no se conoce, el regulador deberá asumir un rol de acompañamiento de la industria en diálogo permanente con sus actores, a fin de entender los nuevos modelos de negocio sin afectar el desarrollo tecnológico. 

Esa labor de equilibrista, entre el fomento a la innovación y la protección a los intereses de los actores del mercado, debería ser asumida por toda regulación de servicios tecnológicos. 

Por tanto, más que interrogarnos sobre cómo debemos regular tales servicios, deberíamos preguntarnos cómo debemos cambiar las reglas de la regulación a fin de crear marcos regulatorios “a medida”, amigables, balanceados y ponderados, para que la innovación siga fluyendo. 

En esa línea, será recomendable que la SBS revise su Plan Estratégico Institucional 2017-20212, a fin de considerar, apoyándose en las mejores prácticas internacionales, nuevos proyectos estratégicos y operativos con el propósito de estar mejor preparados para hacer frente al entorno de transformación digital.  

En relación a ello, una de las propuestas de valor debería centrar su atención en consolidar, para el año 2021, un sistema financiero que se sustente en innovación, eficiencia y una oferta de valor para los clientes mediante servicios que incorporen a las nuevas tecnologías FinTech, así como a las tecnologías que ayudan a cumplir con la regulación (RegTech), en un entorno competitivo, inclusivo y de reducción de costos. 

Ese proyecto estratégico debería llevar a la SBS a revisar el ecosistema local FinTech, evaluando las necesidades del entorno, a fin de identificar las barreras y oportunidades regulatorias. En base a ello, deberíamos esperar del regulador un White Paper donde se desarrolle tanto la posición de la SBS sobre las tecnologías FinTech, como una propuesta de Sandbox o Bancos de Pruebas.  

Del mismo modo, esta evaluación debería permitir a la SBS la elaboración de una propuesta destinada a mejorar sus procesos internos con miras a aligerar la carga regulatoria de las entidades bajo supervisión, para facilitar su cumplimiento, con la utilización de nuevas tecnologías RegTech. 

Cabe señalar que los denominados Sandbox, son herramientas de supervisión preventivas que permitirían mitigar la incertidumbre en un entorno controlado, en el que las startups FinTech puedan probar sus servicios, operando en un “entorno de prueba” bajo la mirada del regulador, durante un tiempo limitado y con un universo reducido de clientes. Así, podrán ser identificados potenciales riesgos para el público, exigiendo a los emprendimientos FinTech los requisitos o condiciones, necesarios y proporcionales, para mitigarlos. 

Como lo afirma el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un reciente reporte titulado Sandbox Regulatorio en América Latina y el Caribe para el Ecosistema Fintech y el Sistema Financiero, los Bancos de Pruebas Regulatorios no son una solución per se, dado que forman parte de un paquete de medidas o políticas que deberían permitir el desarrollo de las FinTech. 

De modo que ese desarrollo debe estar soportado por una capacidad institucional que permita a la SBS contar con la estructura organizativa adaptada, con recursos técnicos y humanos, que facilite un diálogo enriquecedor con la industria, la cual tendría que ser representada (como ocurre en México Colombia y Chile) por una asociación de empresas FinTech, que se convierta en portavoz e interlocutora de dicha industria, cuya capacidad de crecimiento y de generación de valor va más allá del mercado local.